Benditos nervios.
El mundo, muy posiblemente, seguirá girando el próximo lunes 5 de julio. Sí, sé que sí. Seguramente el dólar estará más caro o más barato, ya quién sabe si algún virus diminuto nos ponga la casa patas arriba o que ley aprobará o hundirá el Congreso.
Se que sí, que hay cosas de la vida muy importantes. Como que la salud es lo más valioso, o que hay que trabajar o que ya hay que ir pensando por quién votar en 2022, o por qué nos dejó la ex pareja, o qué pantalón combina con tal camisa. Pero yo, y quizás algunos de ustedes, estamos nerviosos porque este fin de semana hay competencia de triatlón. Sí, nuestro mundo que va a seguir girando con todo lo que hay en él tiene esa actividad dentro y, con ella, nuestro corazón, tensiones, sueños, angustias y bolsillos.
La vida, sin estas pasiones, no es más que mera supervivencia. Por eso hemos elegido estar ansiosos por esa natación, con ganas de darlo todo en la bici y pendientes de qué tendrán las piernas para entregar en el atletismo. El universo de cientos de deportistas aficionados está viviendo su previo, analizando estrategias, calculando ingestas, soñando con medallas o esperando el momento de cruzar la línea que los separa de un abrazo de su gente más querida.
En mi caso, cuento con que no duermo la noche antes, alguna revoltura estomacal aparece, me torno distraído y se me alteran los pulsos. Y sí, el mundo sigue andando con sus complejidades, cuentas, problemas y dramas. Pero el mío, el nuestro, gira en torno a que hay competencia. Voy a llegar a una meta por la que trabajé meses, a un cuerpo de agua para el que me preparé horas sin fin dentro de ese rectángulo azul de a 25 metros, a una carretera para la que madrugué más de una o muchas veces sobre las dos ruedas y unas calles para las que primero recorrí otras tantas por metros y metros a ver qué tan rápido podía andar con mis dos piernas.
¡Qué bonito es existir para sentir estos nervios! Esta tensión auto infringida pero necesaria para valorar lo que tenemos al frente. Esos tembleques son la leña que necesita el fuego para que ante la señal de salida todos los sentidos estén listos para entregarlo todo, para olvidarnos de que afuera de esa pista hay un pedazo de vida aburrida y que esa, la que estamos palpitando en la competencia, es la vida intensa y divertida que hemos decidido transitar.
Si alguno es como yo, y se vio Rocky, sabrá de que hablo cuando lea que “El miedo es como un fuego. Te va quemando por dentro. Si lo controlas, entras en calor. Pero si llega a dominarte, te quemará a ti y a todo lo que te rodea”. Y si no se vio Rocky, deje de leer de inmediato y proceda a verse esa cinta y a dejarse calentar de la emoción de saber que en el calendario hay competencia, que se encontrará con amigos y conocidos, que se querrá pasar a más de uno y que dormirá poco la noche anterior, como si se tratara de algo importante, algo tan grande como para que el mundo, su mundo, de fuera a detener por un par de horas en un episodio de sufrimiento, sudor y mucha felicidad.
Benditos sean los momentos que nos producen estos nervios.
Cristian Marín-Corriente Alterna.